La Fashion Week de NY discurre con normalidad, siempre bajo el espíritu de la comodidad, la "elegancia clásica" y la funcionalidad. Los desfiles se suceden y vamos viendo propuestas extrañas (leáse Ralph Lauren) , lo mismo de siempre (Óscar de la Renta o Michael Kors), tremendos fracasos que increíblemente encandilan al mundo (Narciso Rodriguez), esa nueva hornada de modernos más europeos que estadounidenses (Preen y compañía) o la gran decepción de lo que parecía una gran promesa (Rodarte). En América son muy dados a encumbrar a los nuevos diseñadores aún cuando acaban de salir de la escuela y sólo han presentado una colección, lo hemos visto con Zac Posen o con las ya citadas Rodarte. Normalmente suelen ser vanas esperanzas y lo que parecía una quimera de oro termina siendo un buque de petróleo, sin embargo no siempre es así y con Proenza Schouler se confirma la excepción. El dúo de diseñadores aupados por Wintour en el principio de su carrera demuestran desfile a desfile por qué son la apuesta más apetecible de la pasarela neoyorquina junto a Marc Jacobs. Después de sorprender con una colecciones apetecibles, ultra chic y muy racionales esta temporada obtienen el aplauso unánime de los amantes de la moda que se rinden ante su propuesta. Bajo la premisa de una aventura lejana y aires de guerra consiguen una colección que sin duda será deseada por cualquier mujer joven con ganas de sentirse guapa e interesante. En la primera parte del desfile vemos una serie de pases en gris marcados por el punto de fuga que ofrece el chaleco ceñido (prenda indiscutible de la colección). Una serie de entramados tejidos que recuerdan a los jerseys de rombos más clásicos e incluso a los pañuelos palestinos de la cultura de medio oriente. Tambien referencias a los college ingleses de niños bien, completados con el corto de la falda con un volúmen perfecto. Alguna inspiración militar sahariana que se resume perfectamente en el conjunto de la derecha, gran protagonismo del chaleco que ciñe la parte superior y amplio vuelo en la cadera, todo bajo el beige repleto de hileras de botones. Muy apetecible.
Bajo la norma de la silueta recta o con volúmen pero siempre corta discurren unos modelos en tonos militares suavizados hasta llegar al mostaza o al verde ciénaga. Vestidos strech con materiales innovadores donde el punto adquiere categoría de futurismo. Personalmente adoro esta gama de colores, resultan muy atractivos y tienen todavía esa chispa de lo poco usado por la gran masa.
Excelentes en el corte y el estampado son una serie de pases de estilo college con rayas y ribetes en negro, blanco y gris. Una fusión terriblemente moderna de la tradición europea con el estilo espacial que a veces dejan ver las culturas del Golfo Pérsico. Tambien muy buenos los vestidos ajustados al más puro estilo Leger, en esta ocasiones endurecidos y menos strech gracias al material que con un tratamiento innovador consigue ser duro, brillante a la vez que opaco. Incluso recuerdan a la colección inspirada en Versace de Jacobs para Vuitton en verano 2006 o al propio Versace mismo. Tambien tienen un aire a lo Kokosalaki sin embargo tienen entidad propia como para brillar por ellos mismos sin deber nada a nadie (todo lo contrario que la colección de las hermans Rodarte donde tanta inspiración en Chalayan, Kokosalaki, Tisci y Ghesquiere termina siendo literal y por lo tanto muy pobre).
Al final del desfile pudimos ver una tanda de vestidos cortos en dorado, apetecibles, conseguidos, originales (especialmente el vestido abrigo que lleva la modelo negra Liya Kebede). Es un logro que después de la saturación que hemos tenido de dorado en las últimas temporadas nos den más de lo mismo y resulte innovador. Incluso la cebra (un estampado tan manido) adquiere otra connotación en la propuesta del vestido estampado combinado con casco militar.
Y si un desfile perfecto debe contar con accesorios perfectos el resultado es espectacular. Gafas de sol negras, sin más historias, ni ápice de metrosexualidad ni logomanía, una simple funda para ocultar los ojos. Los zapatos beben de la tendencia generalizada que rinde culto al tacón consistente, imponente y severo. Si bien no son tan originales como el resto del desfile (recuerdan demasiado a Ghesquiere para Balenciaga) en la técnica y el conjunto con la ropa son de lo más adecuado).
Un dúo de diseñadores que han logrado lo más difícil a la hora de crear una marca: estilo propio.

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